lunes, 27 de septiembre de 2010

Fragmentos de pedagogía. 2010.09.27

¿Un aula homogénea?

A los docentes les gusta tener un aula muy organizada, en la cual todo esté bien regulado, en
la que no haya muchos alumnos/as y que todos/as sean de la misma edad y de un nivel intelectual y de conocimientos lo más semejante posible. Evidentemente este es el tipo de aula ideal para que el docente desarrolle su tarea de enseñar, es decir, la de transmitir verbalmente unos conocimientos ya construidos que el alumnado se limita a reproducir. Pero si lo que queremos es que el alumnado forme sus propios conocimientos y trabajen por sí mismos, entonces esas condiciones no tienen por qué ser las óptimas. De hecho muchas cosas las aprenden los chicos y chicas de sus compañeros y compañeras de juegos de la misma o distinta edad.

El número óptimo de alumnos/as por aula, su edad y su nivel de desarrollo intelectual dependen del tipo de actividades que queramos organizar. Se dirá que con muchos alumnos y alumnas por aula es imposible trabajar, lo cual es cierto si el trabajo se concibe como que los chicos se estén quietos y callados escuchando al docente o haciendo tareas tediosas, como rellenar innumerables fichas o hacer listados de cuentas interminables. Pero si la tarea es interesante y los chicos y chicas han aprendido a respetar los derechos de los otros, los problemas de disciplina se reducen drásticamente. Es cierto que con muchos alumnos/as es más fácil que se alborote y que se haga más penoso el trabajo, pero las posibilidades de alteración del orden dependen básicamente del interés por la actividad que se realice y de cómo se les ha formado en el respeto a sus propios compañeros/as y a los docentes.

Así pues, respecto al número de alumnos y alumnas por aula no pueden establecerse unas
normas fijas....

El número de alumnos/as óptimo está, en cambio, en relación directa con el tipo de actividad que se realiza y en cómo se realiza, sin que puedan fijarse normas generales y absolutas. Hay tareas que pueden realizarse con un número elevado de alumnos y alumnas mientras que otras sólo se pueden desarrollar con pocos chicos/as. Por esto es muy interesante la posibilidad de realizar agrupamientos flexibles, reuniendo clases o dividiéndolas según el tipo de actividad.

Crecer y pensar.
La construcción del conocimiento en la escuela. Págs. 260 a 262.
Juan Delval. Paidós. 1991.
Primera edición en Editorial Laia. 1983.
Adaptado por BGP.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Autoevaluación docente

El nuevo decreto de organización y funcionamiento de escuelas de educación infantil y colegios de educación primaria recoge en el desarrollo (página 31, art. 26) la necesidad de que los docentes se autoevalúen.
Fuente: adidde.org

Nuestra propuesta:
Una autoevaluación puede tener un alto porcentaje de sesgo en los criterios de valoración, pero qué tal si con un ambiente de autoformación del claustro, ¿nos autoevaluamos como grupo?

Los propios compañeros/as en los apoyos realizados (evidentemente dentro del aula ordinaria) completarán una lista de items acerca de la actitud y capacitación laboral, así como de la estructura y funcionamiento de la programación de aula.
Esta evaluación se realizará una vez al mes y los aspectos más significativos podrán discutirse en reuniones de ciclo del profesorado evaluado.
Así, con una actitud positiva hacia la valoración por parte de los propios compañeros/as, recibiremos inmediatamente por parte de la gente que nos apoya en clase una sugerencia de formación o modificación de nuestra capacitación docente.

¿Qué?...
¿Nos atrevemos?